Ella lo miró, dudosa.
—No te pido que lo olvides —agregó—. Solo… cree que te amo. Y que siempre amé a Oliver. Incluso cuando fui demasiado ciego para verlo.
Los ojos de Eleanor se llenaron de lágrimas.
—Me rompiste, Gregory. Pero… lo estás arreglando. Poco a poco.
Se acercó un paso.
—No estés aquí solo por una temporada. Quédate para siempre.
—Lo haré —prometió él.
Meses después, en la mansión, Lady Agatha estaba sola en su gran salón. La prensa había cambiado. Su manipulación había salido a la luz. Su círculo social, antes intocable, se había enfriado.
Escuchó risas desde los jardines—Gregory, Eleanor y el pequeño Oliver corriendo entre los arbustos. Una familia completa, otra vez.