Una humilde empleada de limpieza, sin tener con quién dejar a su pequeña hija, decidió llevarla al trabajo, pero jamás imaginó que la reacción de su jefe millonario cambiaría todo.
Claudia despertó a las 5:30 de la mañana como todos los días, con el cuerpo cansado y los ojos hinchados por el mal dormir, pero sin tiempo para quejarse.

El viejo despertador de su mesita ya ni sonaba, pero ella tenía el reloj en la cabeza desde que su esposo murió hace 4 años. Su hija Renata, de apenas 4 años, dormía profundamente abrazada a un peluche que ya tenía la oreja caída.