No estaba husmeando, lo juro. Una mañana, solo quería revisar la confirmación de un envío en el portátil de mi marido.
Lo había dejado abierto sobre la mesa de la cocina. Abrí el navegador y, antes de poder escribir, apareció una serie de correos.
No estaba husmeando, lo juro. Una mañana, solo quería revisar la confirmación de un envío en el portátil de mi marido.
Lo había dejado abierto sobre la mesa de la cocina. Abrí el navegador y, antes de poder escribir, apareció una serie de correos.