Mi marido y mis sueños exigieron una prueba de ADN para nuestro hijo. Dije que estaba bien, pero lo que pedí un cambio lo cambió todo.

 

Meses después, cuando vi a Patricia en la puerta intentando colarse, Mark fue quien se interpuso.

“Mamá”, dijo con firmeza. “Ya basta. Si no puedes respetar a Emma, ​​​​no puedes estar en nuestras vidas”.

Fue entonces cuando me di cuenta de que aún podía haber esperanza. No porque el pasado se hubiera borrado, sino porque por fin había comprendido lo que había perdido… y lo que aún podía salvar.

Esa noche, mientras Ethan dormía plácidamente, escribió otra frase en mi cuaderno:

“No era yo quien necesitaba demostrar nada. Eran ellos. Y lo que demostraron fue quiénes eran en realidad”.

Y por primera vez en mucho tiempo, cerré los ojos y dormí plácidamente.

 

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