Las lágrimas rodaron por las mejillas de Zainab.
El dolor del rechazo de su padre se mezclaba con la incredulidad de que alguien hubiera llegado tan lejos… solo para encontrar un corazón como el suyo.
No sabía qué decir.
Así que simplemente preguntó:
—¿Y ahora? ¿Qué pasará ahora?
Yusha le tomó la mano con suavidad.
—Ahora, vienes conmigo. A mi mundo. Al palacio.
Su corazón saltó.
—Pero soy ciega… ¿cómo puedo ser una princesa?
Él sonrió.
—Ya lo eres, mi princesa.