Un silencio inquietante llenó la habitación del séptimo piso de la clínica privada. Un monitor cardíaco sonaba sin parar, y una luz blanca iluminaba el rostro pálido de Hanh, una mujer que acababa de ser operada de un tumor de tiroides.
Antes de que Hanh pudiera despertar completamente de la anestesia, vio a su marido Khai de pie al pie de la cama con una pila de papeles en sus manos.