Los médicos se habían dado por vencido con el empresario, pero un albañil hace algo inusual y lo salva. Rodrigo Morales López llevaba tres semanas en estado catatónico en el Hospital Nuestra Señora de Guadalupe en Ciudad de México. Después de sufrir un colapso durante una reunión de negocios. Los mejores neurólogos del país ya habían probado todos los tratamientos posibles, pero el poderoso empresario del ramo inmobiliario permanecía inmóvil sin responder a ningún estímulo. Fue entonces cuando Manuel Hernández Ramírez, un albañil que trabajaba en la remodelación del tercer piso, pasó por el corredor y se detuvo frente a la habitación 314.