Una madre de 70 años acudió a su hijo para pedirle dinero prestado para el tratamiento médico, su hijo solo le dio un paquete de fideos y luego la ahuyentó cortésmente, cuando llegó a casa y lo abrió, se sorprendió y no podía creer lo que veía…

La esposa cambia su perspectiva

Al principio, la esposa de Ramón, Cecilia, no estaba satisfecha. En el fondo, estaba preocupada: “Si pasa demasiado tiempo con su familia, ¿dónde tendrá tiempo para su esposa e hijos?”

Pero gradualmente, Cecilia fue testigo de cómo Ramón alimentaba a su madre con papilla, la llevaba al hospital para un chequeo y luego se sentaba durante horas escuchando a su madre contar viejas historias. Una noche, cuando solo estaban ellos dos en la sala, Cecilia dijo en voz baja:
– “Cariño, lo siento. Era tan egoísta. Al verte cuidar de Nanay, siento… También quiero que mis hijos me amen así en el futuro”.

Ramón tomó la mano de su esposa, con los ojos rojos:
– “Gracias por comprender. Lamento haberte tenido miedo y haber tratado a mi madre con frialdad. Pero ahora, prometo ser equilibrado. No dejaré que tú y nuestra pequeña familia sufran”.

A partir de ese día, Cecilia a menudo regresaba a su ciudad natal con su esposo para visitar a su madre, trayendo dulces y frutas. La imagen de la nuera riendo y ayudando a su suegra a ir al mercado hizo que muchas personas en el barangay asintieran con la cabeza con admiración.

Reacción de la comunidad

La historia de la “bolsa de fideos instantáneos llena de dinero y amor” se extendió por todo el vecindario. Los ancianos del barangay, mientras tomaban café por la mañana, a menudo se decían entre sí:
– “Afortunadamente, Ramón pudo despertarse a tiempo. De lo contrario, se habría arrepentido por el resto de su vida”.

Un vecino incluso les dijo a los niños como lección:
– “Hijos, cuando tengan trabajo y dinero, recuerden no olvidar a sus padres. Solo necesitan tu corazón”.

Al principio, muchas personas criticaron a Ramón por ser poco filial y despiadado. Pero poco a poco, cuando vieron su cambio, lo miraron con otros ojos: ojos de simpatía y respeto.

El presidente de un barangay también mencionó esta historia en una reunión comunitaria, diciendo:
– “La piedad filial es la raíz de la familia filipina. Ramón nos mostró que nunca es demasiado tarde, si sabemos cómo dar marcha atrás”.

Una familia reunida

Las comidas de reunión se hicieron gradualmente más frecuentes. Dolores se sentó en el medio de la mesa, con Ramón a la izquierda y Cecilia a la derecha, rodeada de sus nietos cantando. Sirvió sopa y sonrió amablemente.

– “Mamá está muy feliz. No por el dinero, sino porque nuestra familia finalmente está unida”.

Ramón inclinó la cabeza respetuosamente:
– “Nanay, te prometo que de ahora en adelante no te entristeceré más”.

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